Hace algo más de 25 años nací en una de las islas más orientales del Archipiélago Canario, también conocida como la Isla Tranquila, ya que es el lugar ideal para desconectar de todo y descansar. Viví allí hasta prácticamente los 18, cuando me vi obligada a irme de la que hasta ese momento había sido mi casa para poder seguir estudiando.
Recuerdo que la última noche antes de irme, cuando todos en casa dormían, salí a la terraza y al ver distintos sitios de mi pueblo me di cuenta de que prácticamente en cada rincón de él había pasado momentos que probablemente guardaré siempre en mi memoria y me sorprendió el pensar que nunca antes había mirado con tanto detenimiento ninguno de esos lugares. Al día siguente, al coger el avión que me llevaría a Madrid, dentro de mí había un cúmulo de sensaciones contradictorias; por un lado, estaba deseando saber cómo sería mi nueva vida en una ciudad tan grande, qué gente conocería, descubrir nuevos lugares y empaparme de todo lo que pudiese aprender...me iba con la maleta llena de ilusiones; pero por otro lado sentía muchísima pena por tener que separarme de mi familia, sobre todo de mis padres, a los que estoy muy unida, y de dejar a mis amigas de siempre.
Desde ese día han pasado casi ocho años, y aunque desde entonces he vivido en diferentes sitios, tanto fuera como dentro de España, hasta hoy sólo he considerado mi hogar a uno de ellos, Fuerteventura.
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